II. El poeta.
1. El poeta (del griego poietes, el que crea, el novador, el que halla e inventa maravillas.) es el que realiza la belleza por medio de la palabra rítmica. La belleza existe en todas las cosas, pero se halla oculta en ellas y sólo algunos tienen el don de descubrirla totalmente, de comprendedla y de gozarla intensamente, y luego, bajo la impulsión de sus facultades creadoras, de reproducirla en su fantasía idealizándola y transmitirla a otros, en un arrebato de inspiración, por medio del lenguaje artístico.
Aquellos que han nacido dotados con esa
maravillosa facultad, son los poetas.
De ahí que, entre los antiguos, el poeta fuera mirado como un sagrado intérprete, un superhombre y un mediador entre Dios y el Mundo, creyéndolo depositario de los secretos dela Naturaleza , de la Humanidad y de la misma
Divinidad, por cuyo motivo, solían tributarle honores casi divinos (Los poetas
románticos no sólo se creían maestros, magos, precursores, sino profetas y
mesías con una grandiosa misión).
2. Platón supone que el poeta, “el vate”, se despoja de su yo normal para substituirlo por un yo divino de modo que su arrebato es un delirio, un frenesí, un éxtasis producido en él por la divinidad inspiradora, por el demonio (daimón) de la sagrada poesía. En consecuencia, aconseja apartar a los poetas del gobierno dela Ciudad , porque, siendo
sobrehumanos, legislarían en forma inaccesible al hombre y gobernaríam de
manera irreal y utópica.
Para Aristóteles, al contrario, el poeta es solamente un técnico que conoce a fondo su oficio; en cuyo caso la obra perfectamente construida de u autor mediocre superaría la obra maestra de un verdadero genio que se apartara de las reglas.
Algunos críticos modernos, muy partidarios de la razón y enemigos de la poesía, se han atrevido llamar la obra del poeta un amable entretenimiento y agradable diversión del espíritu humano. Éstos confunden, indudablemente, al verdadero poeta con el vulgar versificador, mientras Aristóteles reduce la poesía a la técnica de la misma o versificación, olvidando que “no hay arte sin ingenio” y que de poco le serviría al poeta la servil observación de las reglas poéticas si no infundiera en su obra el fuego sagrado de la inspiración.
3. En cuanto al papel que desempeñan los grandes poetas en la sociedad, sin duda es importante, puesto que en el inicio de las sociedades, a falta de la escritura, los poetas fueron los únicos depositarios de la historia de los pueblos. Algunos, como Homero, inmortalizaron a sus conciudadanos con sus versos imperecederos; el griego Hesíodo (1000 a .J.C.) es mirado como
el fundador de la Mitología
helena que imprimió un sello tan profundo al arte y a la literatura antigua y
aún moderna del Clasicismo y de Renacimiento; los grandes poetas bíblicos Isaías y Jeremías (700 y 600 a .J.C.), con sus sublimes
profecías, mantuvieron vivaz durante muchos siglos, la esperanza del orbe en
Cristo venidero; Dante logró fijar el idioma italiano; ha
sido incalculable la influencia de los poetas en los movimientos nacionales
modernos; finalmente, es tal la importancia de los poetas en toda clase de
evoluciones intelectuales, sociales y artísticas que el inglés Shelley (1792-1822 uno de los mejores poetas
líricos de Inglaterra, inferior sin embargo a su amigo Byron 1788-1824), afirma “que los poetas, aunque no
reconocidos como tales, son los legisladores de la humanidad.”
1. El poeta (del griego poietes, el que crea, el novador, el que halla e inventa maravillas.) es el que realiza la belleza por medio de la palabra rítmica. La belleza existe en todas las cosas, pero se halla oculta en ellas y sólo algunos tienen el don de descubrirla totalmente, de comprendedla y de gozarla intensamente, y luego, bajo la impulsión de sus facultades creadoras, de reproducirla en su fantasía idealizándola y transmitirla a otros, en un arrebato de inspiración, por medio del lenguaje artístico.
Aquellos que han nacido dotados con esa
maravillosa facultad, son los poetas.
De ahí que, entre los antiguos, el poeta fuera mirado como un sagrado intérprete, un superhombre y un mediador entre Dios y el Mundo, creyéndolo depositario de los secretos de
2. Platón supone que el poeta, “el vate”, se despoja de su yo normal para substituirlo por un yo divino de modo que su arrebato es un delirio, un frenesí, un éxtasis producido en él por la divinidad inspiradora, por el demonio (daimón) de la sagrada poesía. En consecuencia, aconseja apartar a los poetas del gobierno de
Para Aristóteles, al contrario, el poeta es solamente un técnico que conoce a fondo su oficio; en cuyo caso la obra perfectamente construida de u autor mediocre superaría la obra maestra de un verdadero genio que se apartara de las reglas.
Algunos críticos modernos, muy partidarios de la razón y enemigos de la poesía, se han atrevido llamar la obra del poeta un amable entretenimiento y agradable diversión del espíritu humano. Éstos confunden, indudablemente, al verdadero poeta con el vulgar versificador, mientras Aristóteles reduce la poesía a la técnica de la misma o versificación, olvidando que “no hay arte sin ingenio” y que de poco le serviría al poeta la servil observación de las reglas poéticas si no infundiera en su obra el fuego sagrado de la inspiración.
3. En cuanto al papel que desempeñan los grandes poetas en la sociedad, sin duda es importante, puesto que en el inicio de las sociedades, a falta de la escritura, los poetas fueron los únicos depositarios de la historia de los pueblos. Algunos, como Homero, inmortalizaron a sus conciudadanos con sus versos imperecederos; el griego Hesíodo (